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Dom, May

Cosecha de aprendizajes: experiencia de mujeres por la soberanía alimentaria

Volumen 25, número 3
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La experiencia que relataremos trata de proyectos agroecológicos desarrollados por organizaciones de mujeres campesinas en el Departamento de Antioquia, Colombia, con acompañamiento de la Corporación Vamos Mujer, institución feminista que apoya a organizaciones de mujeres en la transformación de sus condiciones materiales de vida y en el posicionamiento político de sus propuestas para ganar un lugar de poder en la sociedad.

Taller de capacitación de la organización de mujeres campesinas / Foto: Gloria Zuluaga
El enfoque busca fortalecer el cuidado del sustento, el respeto por la naturaleza y los vínculos organizativos presentes en las opciones tomadas por las mujeres.

El proyecto de agroecología se inició en 1994, con un enfoque de producción para la soberanía alimentaria que ha incluido la capacitación para la producción agroecológica, el acceso a créditos de bajo interés (1.5 %), el fortalecimiento individual como mujer y de sus organizaciones, así como el apoyo para la construcción de una propuesta pacifista que insista en la sostenibilidad de la vida. El resultado ha sido una ecología practicada por mujeres organizadas, con iniciativas económicas diversas, que impactan y relacionan el cuerpo, la casa, el hábitat local y la región.

En el presente documento no se hará una presentación detallada de la propuesta productiva, pues sus contenidos son comunes a muchos proyectos agroecológicos. Haremos énfasis en los impactos y aprendizajes del proceso como posibilidad de aportar a otras experiencias.

Ecología y economía diversas
El objetivo general del proyecto es el mejoramiento de la calidad de vida de las mujeres mediante la producción agroecológica, por lo que la producción de alimentos destinados básicamente al autoconsumo de la familia es su eje fundamental, intentando generar un excedente para la venta o el intercambio local. La producción se hace en las fincas de cada una de las familias, sin agroquímicos y con algunas tecnologías apropiadas como los secadores solares, las estufas eficientes y los sistemas de riego que alivian la carga de trabajo de las mujeres, los niños y niñas, disminuyendo el gasto en tiempo y energía. Los cultivos que impulsan las organizaciones son la yuca, el plátano, el maíz, el frijol, las hortalizas y las plantas medicinales, así como la producción de huevos y de carne de aves. La decisión sobre qué especies o variedades cultivar o cuáles animales criar se define según el grado de adaptación a las condiciones biofísicas regionales. En relación a los cultivos, también se considera que estos puedan sembrarse en parcelas pequeñas cercanas a la casa y que sean parte fundamental de la dieta alimenticia. El propósito es disminuir el costo de la canasta familiar como respuesta a los altos precios de los alimentos a nivel nacional y a la crisis alimentaria global. Este objetivo de soberanía alimentaria está vinculado al de protección ambiental, que básicamente hace referencia al manejo y reciclaje de basuras, al cuidado de las fuentes de agua, a la siembra de árboles para leña, a la utilización y conservación de variedades de semillas locales y de especies nativas de aves, al uso de abonos orgánicos y biopreparados, a la cosecha y almacenamiento de agua, a la construcción y mantenimiento de terrazas.

En relación al fondo rotatorio de crédito, podemos decir que ha sido muy importante porque nunca antes las mujeres campesinas habían sido sujetos de derecho al crédito por las instituciones formales, dado que no tienen propiedades con las cuales respaldar las deudas. El crédito les ha permitido acceder a la propiedad; algunas de las mujeres dicen: “antes del fondo y de la organización, éramos dueñas de nada”, “las únicas pertenencias de las mujeres eran los trastes de la cocina o las gallinas, pues hasta los cerdos que alimentamos todos los días eran de los maridos, ellos decidían cuándo venderlos y qué hacer con la plata de la venta”. Por eso, el fondo ha sido una oportunidad para romper la costumbre cultural de que el dinero y la propiedad solo son para los hombres.

Todos los grupos armados que tienen presencia en estos territorios, de cualquiera de los bandos (guerrilla, paramilitares, ejército), han presionado a las familias para que les vendan o regalen comida, o simplemente se apoderan de las producciones agrícolas y pecuarias de las campesinas. Esta conducta llevó durante un tiempo a que algunas familias disminuyeran la producción, abandonaran sus fincas o dejaran de cultivar, como una estrategia de sobrevivencia o por la decisión de no auxiliar a ningún grupo armado. Dicha situación, sumada a la prohibición explícita de realizar reuniones, desestructuró muchas formas organizativas regionales.

Los impactos han sido múltiples
El proceso de producción agroecológica se ha desarrollado con la participación plena de las mujeres desde sus propuestas, necesidades e intereses, sus recursos, saberes y tradición. El proceso adelantado les ha permitido reconocerse como productoras de bienes materiales (alimentos) y de bienes simbólicos (conocimientos, tradición, cultura). La experiencia, el saber acumulado y fortalecido en estos años, ha significado para estas mujeres una posición de resguardo en la cual se apoyan para conquistar un lugar de mayor reconocimiento en su familia y lograr las negociaciones y transformaciones que desean. Su identidad colectiva como campesinas productoras de alimentos se ha fortalecido y, al mismo tiempo, ellas mismas se reconocen ahora como sujetos sociales de derechos y con poder. Este es un requerimiento para actuar en otros círculos de poder donde hasta ahora su influencia había sido menor: el del territorio municipal y el del contexto social donde el logro de la autonomía económica de las mujeres aún no es viable.

Incrementar la producción agroecológica de alimentos para el autoconsumo y la comercialización ha requerido de la construcción de estrategias permanentes tales como: a) planeación de las fincas como sistemas sostenibles ecológicamente y en equidad de género, en los cuales se incluyen las labores reproductivas, de producción y de autoconsumo como parte del trabajo productivo de la finca y se incentiva la negociación de las mujeres dentro del núcleo familiar; b) la multiplicación Campesina a Campesina y la formación para ello; c) las fincas animadoras que estimulan a otras familias a realizar transformaciones en sus fincas; d) la planeación de la producción. Como herramientas, citamos: a) la experimentación campesina en pequeña escala; b) el intercambio de experiencias; c) el fondo de insumos y pie de cría; d) la asesoría en campo; e) el registro de información a través de inventarios, investigaciones y estudio de casos; f) la elaboración de material didáctico para facilitar la adopción y adaptación de las propuestas.

En las estimaciones hechas, hemos podido valorar el aporte al abastecimiento alimentario familiar en tres organizaciones que hemos acompañado. En el año 2004, se obtuvieron 569,4 toneladas de alimentos representados en panela (azúcar mascabado), yuca, plátano, maíz, ahuyama (llamada también zapallo o calabaza), cidras, hortalizas, frijol, huevos, carne de pollo y gallina criolla, de los cuales 306 toneladas se destinaron para autoconsumo, siendo la panela la que tuvo mayor volumen para la venta. Estas producciones, que pueden parecer poco importantes, son significativas si se considera el tamaño de los predios (aproximadamente 0,3 hectáreas), la baja calidad de los suelos (pH ácidos y pendientes fuertes), los pocos insumos con que cuentan y la limitación de mano de obra (las mujeres destinan entre el 50 y 60 % de su tiempo a labores domésticas).

Cuidando la cría de las gallinas criollas / Foto: Gloria Zuluaga

Se ha logrado visualizar los aportes de las mujeres al mantenimiento de una importante agrodiversidad (38 plantas alimenticias, 14 medicinales, 13 forrajeras y cinco para leña), a la salvaguarda de semillas y pie de cría, a la economía familiar y local, y a la soberanía alimentaria que no permite que las multinacionales tengan el control total de la producción. En relación a esto último, una de las mujeres comenta: “las semillas son más que alimento… son vida. Antes de participar en este proyecto no sabía que intercambiar semillas con otras agricultoras era tan importante, no solo por que ayudan a que no se deterioren, sino porque es un acto político, ya que podemos decidir sobre nuestra comida… podemos decidir qué comer y qué cultivar y cómo hacerlo…y que no sea el gobierno o las multinacionales las que decidan por nosotros”. Las mujeres también han cuidado y preservado el agua, el suelo y los bosques, como bienes comunales. Han enriquecido su bagaje de saberes, lo cual es parte de su patrimonio organizativo. Un ejemplo de ello son los saberes sobre germoplasma criollo, local o naturalizado, y la valoración de la conservación que han hecho del mismo, por ejemplo, con el saber sobre las gallinas criollas.

La producción comercial a pequeña escala de alimentos estratégicos como algunas hortalizas (cebolla, cilantro, tomate), huevos, pollos, peces y cerdos, ha significado resistir a la corriente agroexportadora (café, flores, frutas) que determina el uso del suelo con predominancia y casi exclusividad para los rubros impuestos por el mercado internacional. La comercialización ha sido también escuela para reconocer el potencial que tienen y para determinar los productos con los cuáles se van a insertar, así como para definir a cuáles mercados apuestan, conocerlos y vencer el miedo de enfrentarse a actores diferentes con intereses de acumulación de capital y normas que obedecen a instancias nacionales e internacionales que no toman en cuenta a los productores locales. Saben también que la fuerza para enfrentar, aprender y salir airosas en esta experiencia la obtienen de los vínculos tejidos entre las mujeres y entre sus organizaciones.

La soberanía alimentaria y la propuesta agroecológica corresponden, en los planes de las organizaciones de las mujeres campesinas, a un objetivo estratégico. Son un componente de proyección y de posicionamiento ante organizaciones campesinas de mujeres y mixtas, organizaciones regionales de mujeres, universidades, ONG., en ferias y en foros, entre otros espacios. El trabajo, en este sentido, ha llevado a las mujeres a afirmarse en la producción de alimentos como una apuesta estratégica para el logro de una vida digna.

Para concluir
En estos territorios de Colombia se vive lo que se ha denominado una feminización del espacio rural, dado que muchos de los hombres o se han vinculado a la guerra en cualquiera de los bandos o han sido asesinados o han emigrado en búsqueda de nuevas fuentes de trabajo, lo cual lleva a que las mujeres se queden solas con sus hijos y las personas más adultas, sin empleo remunerado y con muchas dificultades para conseguir el sustento familiar. Ante las difíciles circunstancias de conflicto armado y las políticas de fomento de la agroexportación, la minería y la privatización del agua, la permanencia en el territorio puede contarse como un impacto positivo, fruto de la labor de las campesinas y sus organizaciones.

Las acciones emprendidas por las organizaciones de mujeres generan diversificación de los modos de vida y sustento, lo que implica además incidir en la restauración de paisajes, en la recuperación de especies vegetales y animales, en la renovación de las dietas alimenticias y en la utilización de tecnologías de bajo impacto. Todo ello como parte de la labor política de las organizaciones, que permite reflexionar sobre el trabajo cotidiano de la mujer y reconocer su verdadero valor para la reproducción de la vida y para la producción. Esta propuesta agroecológica logra crear y recrear estrategias de sustento usando espacios y recursos limitados; además, pone en la agenda del desarrollo local la producción agrícola y particularmente la de alimentos.

Es también crucial que socialmente se conceda valor a la influencia y potencial transformador de estas experiencias sobre las políticas públicas y las relaciones de poder, para que no sean estrategias marginales, localizadas e institucionalizadas como modelo de trabajo con mujeres, donde los primeros aliados –los movimientos sociales– suelen igualmente considerarlas de poco peso y, en algunos casos, se resisten a favorecerlas. Por el contrario, retomar su valía como propuesta de preservación del sustento y del avance social de las mujeres aumentaría la sinergia en la construcción de otro mundo posible.
 
 
Ana María Berrío Ramírez, Sonia Irene Cárdenas Solís y Gloria Patricia Zuluaga Sánchez

Ana María Berrío Ramírez
Corporación Vamos Mujer, Medellín, Colombia
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Sonia Irene Cárdenas Solís
Corporación Vamos Mujer, Medellín, Colombia
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Gloria Patricia Zuluaga Sánchez
Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín
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Referencias
- Berrío, Ana María y Sonia Irene Cárdenas, 2009. Cosecha de aprendizajes y propuestas metodológicas para el camino. Corporación Vamos Mujer, Medellín, Colombia.
- Berrío, Ana María, Sonia Irene Cárdenas y Diana Duque, 2008. Producción agroalimentaria. Línea de base para los circuitos económicos. Corporación Vamos Mujer, Medellín, Colombia.
- Harcourt, Wendy y Arturo Escobar, 2007. Las mujeres y las políticas del lugar. México.
- Silipprandi, Emma, 2009. Mulheres e Agroecologia: a construção de novos sujeitos políticos na agricultura familiar. Tese de Doutorado, Brasil.
- Zuluaga, Gloria y Eduardo Sevilla Guzmán, 2007. Ecofeminismo y género Universidad de Córdoba, España.