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Esta edición de LEISA está dedicada a tratar la relación entre la agroecología y la salud. En realidad, se trata de volver sobre un tema al que por lo general no se le presta la importancia que merece, aunque la interdependencia entre producción agrícola y salud humana es clara y conocida. Si los agricultores –mujeres y varones– y sus familias gozan de buena salud, tienen la capacidad de trabajar mejor y, consecuentemente, su trabajo es más productivo. De otro lado, cuando los alimentos están disponibles para las necesidades de las familias, se aleja la amenaza de la desnutrición y de las enfermedades causadas por deficiencias alimenticias. Pero la salud del productor agrícola no depende sólo de contar con un buen abastecimiento de alimentos, también la condicionan la calidad de los alimentos y las prácticas empleadas en su cultivo.

La agricultura y la salud se relacionan también de otras formas, por ejemplo en el uso de plantas medicinales para el cuidado de la salud o en la calidad de los productos agrícolas para el consumo humano. Tradicionalmente las plantas medicinales se obtenían de la recolección de especies silvestres, pero ahora la mayor demanda obliga a que se las cultive para evitar su erosión como especie. Es entonces cuando otro aspecto de la relación entre salud y agricultura cobra importancia: la calidad de las plantas medicinales cultivadas depende también de qué practicas se han empleado en su cultivo.

Específicamente, la vinculación entre agricultura y salud se refuerza con el enfoque agroecológico que considera prioritaria a la seguridad alimentaria de los agricultores y reconoce el aporte de los cultivos y los sistemas alimentarios locales. La población rural de nuestros países, expuesta a la publicidad que transmiten los medios de comunicación, en un contexto en el cual los saberes y los recursos locales son desconocidos y muchas veces despreciados, a menudo reemplaza alimentos tradicionales de alto valor nutritivo por alimentos procesados comercialmente que no contribuyen a una alimentación balanceada. Por esta razón, pese a la variada existencia en nuestros países de cultivos y recursos locales de alto valor nutritivo, se hace necesario apoyar su recuperación y revaloración. Este tema se trata en una sección importante de los artículos incluidos en esta edición (Jhamtani et al., Pola López et al., Pinedo y Armas, Murga), que presenta varias experiencias de uso de especies y variedades locales cuyo consumo contribuye a mejorar la nutrición y prevenir ciertas enfermedades. Una excepción es el artículo sobre las ventajas para la salud del camote anaranjado –cultivo tradicional de casi todos los países de América Latina– rico en beta-caroteno precursor de la vitamina A, que presenta una experiencia de introducción de esta variedad en Mozambique, país en el que se cultivan otras variedades blancas que son pobres en beta-caroteno.

Directamente relacionados con el cuidado de la salud son el cultivo y el uso de plantas medicinales. La población rural, en especial los pueblos indígenas, tienen un amplio conocimiento de las plantas medicinales y de su utilización para tratar diferentes dolencias. Con frecuencia, al margen de los sistemas de salud pública y sin dinero para comprar las relativamente costosas medicinas, en las zonas rurales la gente recurre al uso de diversas plantas medicinales. Este sistema tradicional de cuidado de la salud tiene como actores principales a los curanderos, que son quienes conservan el conocimiento especializado sobre las plantas medicinales, pero en los hogares rurales son las mujeres quienes se encargan de la salud familiar mediante la utilización de dichas plantas. Actualmente hay un aumento en el interés por las plantas medicinales y la medicina tradicional, más allá del ámbito rural, lo que está haciendo que su producción y comercialización constituyan medios de generación de ingresos para grupos organizados de productores. En esta sección de la revista se incluyen dos artículos sobre estos temas (Evangelista y Laureano, Morales et al.), así como uno sobre la aplicación de conocimientos tradicionales para la atención de la salud animal (Isern).

La agricultura moderna, con su uso intensivo de químicos industriales, impacta de manera negativa sobre el medio ambiente. Suelos, lagos y aguas subterráneas sufren los impactos de la contaminación. El contenido de químicos dañinos en los productos agrícolas, por la aplicación desmedida de plaguicidas, es una amenaza en aumento para la salud de los consumidores. Y los trabajadores agrícolas mismos se ven expuestos a poderosos venenos. La búsqueda de cada vez mayores rendimientos, sin consideración por la naturaleza y sus procesos ni por los hombres y mujeres que trabajan en los campos, ha hecho que esa antigua vinculación entre agricultura y salud se haya debilitado críticamente. La agroecología trata de reconstruir esa interdependencia, reconciliando a la producción agrícola con la naturaleza y buscando la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud de los seres humanos. Las experiencias que se presentan en esta edición de LEISA son ejemplos de esta búsqueda.

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