Una emprendora de 29 años triunfa vendiendo moringa, un vegetal cuyo comercio beneficia a comunidades rurales de mujeres de Haití y África.
La historia comienza en pleno corazón africano, en un pequeño pueblo de Níger. El lugar donde hace seis años la ecologista estadounidense Lisa Curtis se topó con un árbol que le cambiaría la vida. "Estaba en una aldea muy pobre, sin electricidad ni agua corriente y en la que no abundaba la comida sana", recuerda Curtis, que entonces trabajaba para los Cuerpos de Paz. Y buscando vegetales para alimentarse descubrió uno que los lugareños comían como si fueran pipas. Eran las hojas del moringa, Moringa oleifera, un especie nativa de climas tropicales que allí se usaba como remedio para combatir la fatiga. Intrigada, Curtis aprendió todo lo que se podía saber sobre el árbol. Y tuvo una idea… Lea la nota completa aquí.