marzo 2007, Volumen 22, Número 4
El aporte de la naturaleza. Agricultura sostenible y procesos ecológicos

Cultivos de cobertura como indicadores de procesos ecológicos

JOSÉ GUILHERME MARINHO GUERRA, ALY NDIAYE, RENATO LINHARES DE ASSIS Y JOSÉ ANTONIO AZEVEDO ESPINDOLA | Página 20-22
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En el estado de Rio de Janeiro, Brasil, la producción y consumo de hortalizas son prácticamente una tradición. En cuanto al consumo per capita, es el más alto del país, alcanzando los 54 kilogramos al año. Del lado de la producción, su volumen representa casi el ocho por ciento del total nacional (Embrapa, 2000), destacándose la región serrana fluminense, donde las hortalizas son cultivadas principalmente en pequeños establecimientos de agricultura familiar. En general, estas unidades productivas emplean intensivamente tecnologías de la agricultura industrial, en especial fertilizantes sintéticos concentrados y agrotóxicos.

En 1984 se creó la Asociación de Agricultores Biológicos del Estado de Rio de Janeiro (ABIO), primera asociación de productores orgánicos de Brasil. Desde entonces, los volúmenes de producción orgánica han ido aumentando gradualmente, sobre todo los de hortalizas. Sin embargo, los impactos positivos de los sistemas orgánicos sobre la salud de productores y consumidores, y sobre el ambiente, resultan limitados cuando se fundamentan solamente en la sustitución de insumos sintéticos por insumos de origen biológico. Esta perspectiva de transición productiva no modifica la estructura de los agroecosistemas, lo que obstaculiza el restablecimiento de funciones ecológicas importantes tanto para la sostenibilidad ambiental como para la eficiencia económica.

La agroecología propone estrategias capaces de superar las limitaciones estructurales y funcionales inherentes a los sistemas de producción simplificados. Tales estrategias se dirigen hacia la estimulación y optimización de los procesos biológicos del suelo, favoreciendo el reciclaje de nutrientes. En ellas se prioriza la adopción de técnicas multifuncionales que puedan mantener o mejorar la fertilidad del suelo, contrarrestar procesos de erosión, favorecer la presencia de poblaciones de organismos benéficos y controlar el surgimiento de vegetación espontánea. Los cultivos de cobertura están entre estas estrategias. Consisten en el empleo de especies con características deseables, en rotación o asociación con cultivos de interés económico (Espindola et al., 2005). Si estas especies son leguminosas, se promueve el aporte de nitrógeno al suelo gracias a la simbiosis establecida entre ellas y las bacterias fijadoras de nitrógeno atmosférico. Esto reduce e incluso puede eliminar la necesidad de fertilizantes nitrogenados.

Aunque la investigación en campo ya ha evidenciado los beneficios de los cultivos de cobertura y de los abonos verdes en la producción agrícola, es fundamental entender las potencialidades y dificultades para su adopción en unidades de producción familiar, incluyendo aquellas con manejo orgánico. En este sentido resultan muy ilustrativas las experiencias desarrolladas desde hace varios años por familias de agricultores orgánicos de la comunidad de Los Albertos, localidad del Brejal, en el municipio de Petrópolis.

La experiencia en la comunidad de Los Albertos
La comunidad se encuentra entre los 1.000 y 1.100 metros sobre el nivel del mar y tiene clima tropical de altura. La estructura de la propiedad en la comunidad se caracteriza por la presencia de propietarios, arrendatarios, aparceros y medieros (figuras, las dos últimas, de arreglo entre propietario y trabajador en las que el producto es repartido entre ambos), en fincas menores a diez hectáreas. En esta comunidad se estableció, en 1978, el primer núcleo de agricultores orgánicos fluminenses, asociado a la ABIO desde su fundación. La organización nació cuando el propietario de la Hacienda Terras Altas, a fines de la década de 1970, se involucró con el proceso de consumo de alimentos naturales promovido por la Cooperativa de Consumidores de Productos Naturales, de la ciudad de Rio de Janeiro. Al principio en sistema de aparcería y después en arrendamiento, parte de la finca se dedicó al abastecimiento de alimentos orgánicos para la cooperativa. Los agricultores involucrados tenían la expectativa de mayores ganancias a través de la venta directa de sus productos.

Franjas de repollo intercaladas con Crotalaria juncea
Foto: autores

En la actualidad, las unidades productivas son manejadas por familias de agricultores dedicadas principalmente a la producción de hortalizas de hoja, cultivadas en canteros. A pesar de que sus sistemas de producción prescinden totalmente de agroquímicos, los agricultores aún deben poner atención en los aspectos relacionados con la conservación del suelo. La preparación del terreno es intensiva, mecanizada, con azada giratoria acoplada a un microtractor. Esta forma de manejo provoca la pérdida de tierra y, como consecuencia, una mayor tendencia a la degradación del suelo, mayor incidencia de vegetación espontánea por la exposición de los bancos de simientes de esas especies, y aumento de las afecciones provocadas por hongos del suelo.

Las acciones orientadas a buscar un manejo más adecuado de esos sistemas de producción se iniciaron con la experimentación de la siembra directa de hortalizas sin el uso de herbicidas. Este trabajo fue coordinado por Aly Ndiaye, un agente de desarrollo rural que vivía entonces en la comunidad, en colaboración con el investigador Vinícius Vitoi Silva, de la Empresa de Investigación Agropecuaria del Estado de Rio de Janeiro (Pesagro-Rio). La actividad consistió en la introducción de una gramínea, la avena negra (Avena stringosa) y una leguminosa, la arveja (Vicia articulata), sembradas al voleo y mezcladas, con la intención de trasplantar después, directamente, los plantones de hortalizas. A diferencia de la técnica en la que los cultivos de cobertura se secan con aplicación de herbicidas, se realizó el pisoteo de la cobertura donde después se sembrarían plántulas de repollo (Brassica oleraceae). Los resultados obtenidos inicialmente, además de un efectivo control de la vegetación espontánea, repercutieron positivamente incluso en los campos vecinos, lo que hizo que los agricultores estuvieran más dispuestos a realizar nuevos experimentos con cultivos de cobertura.

Más adelante se inició la participación de investigadores de la sección de Agrobiología de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), quienes propusieron la introducción de otra leguminosa, el guandú o gandul (Cajanus cajan), en respuesta a la demanda de los agricultores de ampliar la disponibilidad de biomasa para el enriquecimiento de abonos orgánicos utilizados en la producción de hortalizas. La idea era reducir los costos de producción de estos abonos, sustituyendo en parte el uso de la mezcla de rastrojos y estiércol de las camas de los corrales avícolas, tradicionalmente utilizada como materia prima. Frente a la reducida disponibilidad de tierra para la introducción del guandú, los agricultores optaron por sembrarlo en franjas, lo que facilitó su introducción al mismo tiempo que amplió los conocimientos de los agricultores sobre la gestión espacial de las unidades de producción.

La introducción del guandú demandó visitas regulares de los investigadores a la comunidad, estableciéndose una rutina de diálogo con los agricultores, a través del cual se identificó, por ejemplo, el impacto negativo de la mecanización intensiva sobre el potencial productivo del suelo. A partir de aquí, se inició la discusión sobre los beneficios potenciales de los cultivos de cobertura asociados con la siembra directa de hortalizas.

Cuatro agricultores familiares con certificación orgánica de la ABIO (tres arrendatarios y un propietario), separaron una parcela de aproximadamente 300 metros cuadrados en sus fincas, para instalar y desarrollar unidades de experimentación participativa. Además de los aspectos relacionados con cultivos de cobertura y siembra directa de hortalizas para sustituir la labranza mecanizada, se abordaron también aspectos como los abonos verdes, la inoculación de bacterias fijadoras de nitrógeno en las raíces de las leguminosas, las asociaciones y rotaciones de cultivos, y la introducción de una variedad de frejol de ciclo corto (Alessa).

La instalación de las unidades de experimentación comenzó en mayo de 2003 en dos parcelas contiguas de aproximadamente 150 metros cuadrados cada una. Las áreas fueron preparadas con la ayuda de una azada giratoria acoplada al microtractor. En una de las parcelas se realizó la siembra al voleo y se utilizó una mezcla equivalente a 60 kilogramos de semilla por hectárea, hecha con tres porciones de avena negra y una porción de arveja. En la otra parcela se permitió el surgimiento de vegetación espontánea. Cinco meses después de la siembra, tanto el cultivo de cobertura como la vegetación espontánea fueron cortados. El residuo de avena y arveja se mantuvo como cobertura del terreno, mientras que en la parcela con preparación convencional del suelo, la vegetación espontánea fue incorporada mediante una azada giratoria. Tomando muestras de la tierra de ambas parcelas, los agricultores y los investigadores realizaron una evaluación de la producción de biomasa en ambos terrenos. Después de estas actividades, se sembraron los plantones de repollo.

Uno de los agricultores mostrando su cosecha
Foto: autores

En la siembra de esta hortaliza, tres agricultores utilizaron un espaciamiento de 70 por 50 centímetros y el cuarto realizó la siembra en canteros con espaciamiento de 70 por 40 centímetros. A partir de las observaciones realizadas por los investigadores sobre el uso del espacio de este último agricultor, surgió una propuesta de ajuste en el arreglo espacial del terreno, pensando en la introducción de una leguminosa para abono verde de verano (Crotalaria juncea), asociada al cultivo de repollo, en los terrenos bajo siembra directa. En los terrenos con preparación convencional del suelo se mantuvo el espaciamiento tradicionalmente usado por cada agricultor, mientras que en los de siembra directa, el repollo se trasplantó en líneas triples, con separación de 40 por 50 centímetros y con 1,20 metros entre cada franja. En el corredor formado entre las líneas triples de repollo se sembraron tres líneas de Crotalaria juncea, 30 días después del trasplante de la hortaliza, coincidiendo con el momento del primer desbroce. Además, se inocularon bacterias fijadoras de nitrógeno a las semillas.

Después de cosechar el repollo, en el área preparada según el método convencional, se introdujo el frejol Alessa. En ambas parcelas se inocularon bacterias fijadoras de nitrógeno a las semillas de la leguminosa. Solamente en el campo con siembre directa, durante su floración, la Crotalaria juncea fue cortada a ras del suelo y se mantuvo la biomasa en cobertura. Posteriormente se trasplantaron plántulas de lechuga (Lactuca sativa) en los hoyos abiertos con un espaciamiento de 40 por 30 centímetros entre el rastrojo de Crotalaria, con lo que se integraron las acciones de rotación y asociación de cultivos.

Gracias a esta experiencia, agricultores e investigadores pudieron constatar diferentes beneficios del sistema de siembra directa en el cultivo de hortalizas, tales como: reducción del movimiento y pérdida de suelo; disminución del surgimiento de vegetación espontánea, y un desempeño agronómico similar o superior. También fue posible constatar que en las áreas con siembra directa, hubo mucho menor incidencia de la infección conocida como moho blanco en el cultivo del frejol (causada por el hongo Sclerotinia sclerotiorum), que en las áreas bajo manejo convencional. Esto fue discutido con los agricultores, que pudieron darse cuenta de que el no remover la tierra y el mantener el rastrojo sobre el terreno fueron acciones determinantes para reducir la propagación de este hongo del suelo.

La experiencia demostró didácticamente que la labranza mecanizada intensiva no es la única opción de manejo del suelo capaz de dar altos rendimientos en la producción de hortalizas. Se propició la reflexión de los agricultores sobre la necesidad de evolucionar en la transición agroecológica de sus fincas. El papel de los cultivos de cobertura para favorecer distintos procesos ecológicos, ha permitido que la concepción de agricultura orgánica trascienda el paradigma de una mera sustitución de insumos. Su carácter multifuncional permitió a agricultores e investigadores reconocer los beneficios de los cultivos de cobertura sobre aspectos tan distintos como la protección del suelo, la producción in situ de materia orgánica, el control de vegetación espontánea, la reducción de enfermedades y hasta el potencial para obtener mejores ingresos con el producto de su trabajo.

Conocimiento nuevo, pero…
Las acciones desarrolladas en la comunidad de Los Albertos facilitaron la construcción de conocimientos nuevos, sumando la experiencia práctica de los agricultores y el conocimiento académico de los investigadores. A lo largo de esta experiencia se buscó profundizar la transición agroecológica de los sistemas de producción orgánica, incorporando nuevas prácticas de manejo capaces de optimizar los procesos ecológicos y de favorecer el desempeño productivo y económico de las unidades productivas.

En general, los conceptos abordados fueron bien recibidos por los agricultores, que adoptaron algunas de las prácticas, como el uso del guandú para la división de las parcelas, y el frejol Alessa. Además, eventualmente se introdujeron abonos verdes de invierno y verano en los sistemas de producción de algunas fincas.

Existen aún algunas dificultades, sobre todo en relación con la falta de difusión de los resultados de las experiencias. Esto está asociado con la dificultad para conciliar los tiempos disponibles de investigadores y agricultores. También hay que considerar que la capacidad organizativa de los agricultores es aún limitada y queda restringida a algunas acciones de comercialización. En la comunidad de Los Albertos, las actividades productivas son realizadas de forma aislada por las familias, dificultando acciones conjuntas que favorezcan el intercambio de experiencias entre los agricultores.

Otra limitación está en el acceso a las semillas de los cultivos de cobertura, principalmente de leguminosas usadas como abono verde, que son difíciles de encontrar en los establecimientos comerciales de la región. También es difícil motivar a los agricultores para que produzcan sus propias semillas, dada su reducida disposición de áreas de cultivo, que se destinan intensivamente a la producción de las hortalizas.

José Guilherme Marinho Guerra, Aly Ndiaye, Renato Linhares de Assis y José Antonio Azevedo Espindola

José Guilherme Marinho Guerra, Renato Linhares de Assis, José Antonio Azevedo Espindola
Embrapa-Agroecologia
Correo electrónico: jose@cnpab.embrapa.br

Aly Ndiaye
Consultor en agroecología

Referencias
– Espindola, J. A. A., J. G. M. Guerra, H. De-Polli, D. L. de Almeida, A. C. de S. Abboud, 2005. Adubação verde com leguminosas (Abonos verdes con leguminosas). Embrapa Informação Tecnológica, Brasilia.
– EMBRAPA, Centro Nacional de Investigación de Hortalizas, 2000. II Plano Diretor da Embrapa Hortaliças. Brasilia.

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